
He hecho referencia al local que existía anexo a la capilla, y que conocí desde siempre, hasta que en el año 2001 se cerrara la cofradía, se tirara aquel local que nos servía como centro de reuniones con motivo de las obras de construcción de la Filmoteca – en el solar del antiguo y viejo Cine Bonifaz – y que sirvieron también para remodelar y reformar casi por completo a nuestra vieja “capilluca”. Aunque nunca se me olvidará el día que cerramos definitivamente aquel local. Allí quedó todo desmantelado. A la suerte de las grúas y las piquetas. Trancamos para siempre la puerta que lo separaba de la capilla y así, echábamos también el cerrojo a veinte años de vida entre cuatro paredes destartalas. Pero esto forma parte de nuestra historia más reciente.
Yo quiero hablar de aquellos años 80, de ese local derruido cuyas paredes se caían de puro deterioradas que estaban y donde el olor a humedad imperaba por los cuatro costados. Y también quiero hablar de muchas anécdotas que ocurrieron en aquellos principios donde no había un duro para casi nada pero también donde casi nada se interponía entre nuestra ilusión y nuestras ansias para que la Cofradía de la Merced siguiera procesionando como la conocieron aquellos que la fundaron allá por 1942.
Recuerdo los viejos armarios que habían al fondo del local, llenos de trapos y prendas antiguas – allí Conchita rescató un antiguo heraldo en donde estaba bordado el escudo de la Casa de Franco, con el que se abría las procesiones de Semana Santa junto a la Cruz de Guía, y que se perdió definitivamente al no poder tan siquiera restaurarlo, aunque meses después, y a instancias de Conchita, se hizo uno nuevo que ella guarda celosamente en su vivienda de General Mola –. También recuerdo los cables colgando de las paredes; los carteles de Semana Santa con Vírgenes y Cristos pegados con celo por las puertas de los armarios; una ventana tapiada donde se colgaban las cruces de los penitentes; un viejo sillón donde saltábamos cuando éramos más pequeños durante las fiestas y celebraciones que allí realizábamos; un Sagrado Corazón enmarcado junto a la puerta, donde también estaba colgado de manera perenne, un cartel donde se indicaba el horario de salidas para las procesiones, con la recomendación imperativa de estar ya en la capilla, media hora antes de la indicada; un cuadrito donde estaba escrito la exhortación que encabeza este capítulo; una mesa de escritorio que había traído un hermano de la cofradía y a la que cada dos por tres se le rompía una pata…
Recuerdos y recuerdos. Ese es el adagio de mi concierto, un adagio que invita a rescatar continua y constantemente cada acto que hemos realizado; cada segundo de conversación planeando el cómo desfilar en los cortejos procesales; cada instante de un silencio que invitaba a reflexionar sobre lo realizado o lo que quedaría pendiente de hacer;
Y es que no sólo era Semana Santa en la Capilla de la Merced. Todos los domingos, después de la misa que se oficiaba en la capilla – antes a las once y media y desde hace poco, a las once y cuarto –, nos reuníamos todos para vernos y charlar de nuestras cosas – hay familias que no lo hacen ni a la hora de la comida, pero eso es otro debate –, y planeábamos las procesiones del Corpus, la del día del Carmen – una de mis favoritas –, el triduo de Nuestra Señora en el mes de septiembre con procesión incluida por las calles del barrio, la campaña de juguetes para los hijos de los presos en el día de Reyes…
Precisamente sobre esto último, es del todo justo el rescatar dos crónicas realizadas para los dos periódicos de Cantabria y que me sirven para homenajear a D. Francisco Sánchez Dios, durante muchos años organizador de esta entrega de juguetes así como de la preparación de los trámites para la liberación de un preso en el transcurso de nuestra Procesión del Perdón y el Silencio, y a D. Gabino Llaca Alvarez, el que fuera Hermano Mayor de la Archicofradía hasta su fallecimiento en el año 2002.
Va por ellos.
“Sánchez Dios cumple veinte años recogiendo juguetes para los hijos de los presos.
Francisco Sánchez Dios, de setenta y ocho años de edad y miembro de la Sección de Ayuda a los Presos de la Cofradía de la Merced, cumple estas Navidades veinte años llevando la ilusión a más de cien niños que son hijos de internados de los centros penitenciarios de la comunidad, al entregar, todas las Pascuas, regalos para que en el día de Reyes, estos pequeños no se queden sin la alegría de recibir un juguete. “los niños de los presos nunca tienen nada en estas fechas y, sin embargo, son los que más necesitan”, dice Francisco Sánchez.
El fin que pretende este veterano miembro de la cofradía, “es que todos los niños reciban un regalo de Reyes; pero a la vez se contribuye a que sus padres, internados, no se sientan despreciados”. Para ellos, resulta humillante que sus hijos no reciban nada como consecuencia de la situación en que se hayan. “Pretendemos – subraya Francisco Sánchez – que los internos no tengan la sensación de estar olvidados y se les facilita la oportunidad de que demuestren que recuerdan a los miembros de sus familias. La gente de la calle – añade – desconoce que los internos tienen una gran dimensión humana, no lo afirmo por compasión, sino por los numerosos testimonios personales que he vivido”. Francisco Sánchez dice que en la Prisión Provincial “todo el mundo me conoce, ya que son muchos años de vinculación y de interés por las situación de esas personas”.
Francisco Sánchez ha solicitado la mayor colaboración posible de todas aquellas personas que de manera generosa puedan prestarla para llevar a cabo esta campaña de Navidad y Reyes, como él la denomina. La entrega de obsequios (juguetes) o donativos pueden efectuarse, hasta el próximo día 30, en el establecimiento Confecciones Velarde, radicado en la calle Amós de Escalante, número cuatro de Santander. Y es imprescindible que los juguetes sean nuevos, ya que deben ir embalados en su propia caja para que los niños reciban estos regalos como los demás.
El propio Francisco Sánchez Dios llevará todos los juguetes a la Prisión Provincial de Santander en la mañana del próximo día 3 de enero, de forma que, en la jornada de Reyes, los internados puedan entregar los regalos a sus hijos. Este acto siempre resulta emotivo y beneficioso para que se mantengan unidos los vínculos familiares, ya que este tipo de situación social que viven los internados perturba al seno familiar.
Además de personas particulares, pueden colaborar comercios y centros oficiales, como así lo hacen muchos de ellos. Con todo, “la gente participa poco, pero sin embargo hay personas que no fallan nunca con su entrega”.
Francisco Sánchez Dios tiene setenta y ocho años y en Santander es una persona muy conocida al haber regentado, durante muchos años, el establecimiento “Confecciones Hogar”. Pero su faceta altruista es la que le ha otorgado el semblante más popular, ya que desde hace mucho es miembro de la Cofradía de Nuestra Señora de la Merced. Su labor a favor del auxilio social de los presos, le valió que en el año 1982 fuera condecorado con la medalla de plata de Mérito Social Penitenciario. Esta distinción le fue otorgada a instancias de los propios reclusos.
Iñigo Ben – Diario Montañés – 29 de diciembre de 1991”
Yo quiero hablar de aquellos años 80, de ese local derruido cuyas paredes se caían de puro deterioradas que estaban y donde el olor a humedad imperaba por los cuatro costados. Y también quiero hablar de muchas anécdotas que ocurrieron en aquellos principios donde no había un duro para casi nada pero también donde casi nada se interponía entre nuestra ilusión y nuestras ansias para que la Cofradía de la Merced siguiera procesionando como la conocieron aquellos que la fundaron allá por 1942.
Recuerdo los viejos armarios que habían al fondo del local, llenos de trapos y prendas antiguas – allí Conchita rescató un antiguo heraldo en donde estaba bordado el escudo de la Casa de Franco, con el que se abría las procesiones de Semana Santa junto a la Cruz de Guía, y que se perdió definitivamente al no poder tan siquiera restaurarlo, aunque meses después, y a instancias de Conchita, se hizo uno nuevo que ella guarda celosamente en su vivienda de General Mola –. También recuerdo los cables colgando de las paredes; los carteles de Semana Santa con Vírgenes y Cristos pegados con celo por las puertas de los armarios; una ventana tapiada donde se colgaban las cruces de los penitentes; un viejo sillón donde saltábamos cuando éramos más pequeños durante las fiestas y celebraciones que allí realizábamos; un Sagrado Corazón enmarcado junto a la puerta, donde también estaba colgado de manera perenne, un cartel donde se indicaba el horario de salidas para las procesiones, con la recomendación imperativa de estar ya en la capilla, media hora antes de la indicada; un cuadrito donde estaba escrito la exhortación que encabeza este capítulo; una mesa de escritorio que había traído un hermano de la cofradía y a la que cada dos por tres se le rompía una pata…
Recuerdos y recuerdos. Ese es el adagio de mi concierto, un adagio que invita a rescatar continua y constantemente cada acto que hemos realizado; cada segundo de conversación planeando el cómo desfilar en los cortejos procesales; cada instante de un silencio que invitaba a reflexionar sobre lo realizado o lo que quedaría pendiente de hacer;
Y es que no sólo era Semana Santa en la Capilla de la Merced. Todos los domingos, después de la misa que se oficiaba en la capilla – antes a las once y media y desde hace poco, a las once y cuarto –, nos reuníamos todos para vernos y charlar de nuestras cosas – hay familias que no lo hacen ni a la hora de la comida, pero eso es otro debate –, y planeábamos las procesiones del Corpus, la del día del Carmen – una de mis favoritas –, el triduo de Nuestra Señora en el mes de septiembre con procesión incluida por las calles del barrio, la campaña de juguetes para los hijos de los presos en el día de Reyes…
Precisamente sobre esto último, es del todo justo el rescatar dos crónicas realizadas para los dos periódicos de Cantabria y que me sirven para homenajear a D. Francisco Sánchez Dios, durante muchos años organizador de esta entrega de juguetes así como de la preparación de los trámites para la liberación de un preso en el transcurso de nuestra Procesión del Perdón y el Silencio, y a D. Gabino Llaca Alvarez, el que fuera Hermano Mayor de la Archicofradía hasta su fallecimiento en el año 2002.
Va por ellos.
“Sánchez Dios cumple veinte años recogiendo juguetes para los hijos de los presos.
Francisco Sánchez Dios, de setenta y ocho años de edad y miembro de la Sección de Ayuda a los Presos de la Cofradía de la Merced, cumple estas Navidades veinte años llevando la ilusión a más de cien niños que son hijos de internados de los centros penitenciarios de la comunidad, al entregar, todas las Pascuas, regalos para que en el día de Reyes, estos pequeños no se queden sin la alegría de recibir un juguete. “los niños de los presos nunca tienen nada en estas fechas y, sin embargo, son los que más necesitan”, dice Francisco Sánchez.
El fin que pretende este veterano miembro de la cofradía, “es que todos los niños reciban un regalo de Reyes; pero a la vez se contribuye a que sus padres, internados, no se sientan despreciados”. Para ellos, resulta humillante que sus hijos no reciban nada como consecuencia de la situación en que se hayan. “Pretendemos – subraya Francisco Sánchez – que los internos no tengan la sensación de estar olvidados y se les facilita la oportunidad de que demuestren que recuerdan a los miembros de sus familias. La gente de la calle – añade – desconoce que los internos tienen una gran dimensión humana, no lo afirmo por compasión, sino por los numerosos testimonios personales que he vivido”. Francisco Sánchez dice que en la Prisión Provincial “todo el mundo me conoce, ya que son muchos años de vinculación y de interés por las situación de esas personas”.
Francisco Sánchez ha solicitado la mayor colaboración posible de todas aquellas personas que de manera generosa puedan prestarla para llevar a cabo esta campaña de Navidad y Reyes, como él la denomina. La entrega de obsequios (juguetes) o donativos pueden efectuarse, hasta el próximo día 30, en el establecimiento Confecciones Velarde, radicado en la calle Amós de Escalante, número cuatro de Santander. Y es imprescindible que los juguetes sean nuevos, ya que deben ir embalados en su propia caja para que los niños reciban estos regalos como los demás.
El propio Francisco Sánchez Dios llevará todos los juguetes a la Prisión Provincial de Santander en la mañana del próximo día 3 de enero, de forma que, en la jornada de Reyes, los internados puedan entregar los regalos a sus hijos. Este acto siempre resulta emotivo y beneficioso para que se mantengan unidos los vínculos familiares, ya que este tipo de situación social que viven los internados perturba al seno familiar.
Además de personas particulares, pueden colaborar comercios y centros oficiales, como así lo hacen muchos de ellos. Con todo, “la gente participa poco, pero sin embargo hay personas que no fallan nunca con su entrega”.
Francisco Sánchez Dios tiene setenta y ocho años y en Santander es una persona muy conocida al haber regentado, durante muchos años, el establecimiento “Confecciones Hogar”. Pero su faceta altruista es la que le ha otorgado el semblante más popular, ya que desde hace mucho es miembro de la Cofradía de Nuestra Señora de la Merced. Su labor a favor del auxilio social de los presos, le valió que en el año 1982 fuera condecorado con la medalla de plata de Mérito Social Penitenciario. Esta distinción le fue otorgada a instancias de los propios reclusos.
Iñigo Ben – Diario Montañés – 29 de diciembre de 1991”