El artículo de Flores Gispert me sirve, una vez más, para situarle a usted en este entramado de la Semana Santa. Y es que, aunque visto desde fuera, parezca que todo lo que reluce es oro, no hay que olvidar por un momento el enorme esfuerzo que hacen mis compañeros de cofradías para que todo esté preparado para el pistoletazo de salida que, oficialmente, se produce el Viernes de Dolores, con la inauguración de la gran carpa- exposición de Pasos. Pero para las gentes de la Semana Santa, el trabajo comienza mucho antes, allá por el mes de septiembre, cuando la Junta de Cofradías comienza a tramitar papeleo de subvenciones, permisos oficiales y un largo etcétera que no se ve, y cuando las distintas cofradías de Santander, doce en la actualidad, inician sus respectivas jornadas laborales ideando cómo realzar aún más sus imágenes; cómo restaurar la imagen que presente deterioro por el transcurrir de los años; cómo corregir las incidencias que pudieran darse en el año anterior… Y así, hasta cumplimentar hasta el más mínimo detalle para que el espectador – creyente o no – pueda presenciar un desfile procesional más que digno y que, cada año, atrae a más gente de fuera de nuestras fronteras.
Y es que este resurgir de la Semana Santa santanderina, después de años de terrible incertidumbre allá en la década de los 70, se ha hecho palpable a golpe de esfuerzo y trabajo entre todos. De ahí el respeto con que las crónicas periodísticas de las distintas épocas lo han recogido para, en este preciso instante, hacerlo presente:
“La Semana Santa santanderina, considerada como la más importante del Norte de España.
Con la Procesión del Paso de “La Virgen de la Esperanza”, dieron comienzo ayer los cultos penitenciales de la Semana Santa santanderina, tras los primeros actos introductorias celebrados el pasado sábado con la proclamación del pregón a cargo de Gabriel Palomero, la interpretación de un concierto sacro a cargo del Conservatorio “Jesús de Monasterio”, y la procesión, el Domingo de Ramos, del Paso de “La Borriquilla”.
Con estos primeros actos, Santander entró ayer de lleno en la celebración de la Semana Santa, cuya manifestación pública de oración y fe congrega a su alrededor a miles de fieles. Tal como señala el Obispo de la Diócesis, Juan Antonio del Val, las procesiones son “catequesis plásticas realizadas por un gran número de personas y dirigidas al Pueblo de Dios”.
Diez son las cofradías que existen en Santander, que congregan aproximadamente un número no inferior a los mil cofrades. De estos, al menos un tercio son mujeres, adheridas con gran fervor desde que, el pasado año, la Reforma del Código Canónico diera vía libre a la participación en las procesiones, portando el hábito de nazarenas. Sin embargo, y a pesar de este fervor, se han negado a participar en una ofrenda floral que, con motivo del Año Mariano, se quería hacer ante la Virgen, ataviadas con la clásica peineta y mantilla española, “porque lo consideran anticuado”.
Este año no desfilará ningún Paso nuevo, y si faltará, en cambio, el del “Expolio”, del que no se ha podido aún abordar la restauración. Obra del imaginero Víctor de los Ríos, en la actualidad, y dada la mala calidad de la madera empleada por el artista, se encuentra totalmente apolillada.
Marcial Zamanillo, presidente de la Junta de Cofradías, y Francisco Gutiérrez Díaz, secretario de la misma, convinieron en afirmar que el gran problema de las procesiones de la Semana Santa radica en el desinterés y desasistencia que, fuera de la época penitencial, tienen por ellas los santanderinos. “Sería deseable – argumentó Marcial Zamanillo – una adhesión más eficaz, y un seguimiento continuado, que aportara mayor vitalidad a las cofradías y, sobre todo, que diera mayor empuje al trabajo que, unos pocos, de forma constante, venimos dando”.
Los problemas más comunes y acuciantes para las distintas cofradías nacen de las escasísimas posibilidades económicas desde las que se mueven, a pesar de que los gastos son siempre cuantitativos. La renovación de los hábitos representa la partida más importante, por cuanto cada año se adhieren cofrades nuevos que hay que vestir, o hay que renovar trajes ya existentes. Un hábito, encargando la tela directamente a fábrica, puede costar unas cinco mil pesetas, a las que hay que añadir al menos otro tanto por confección. La cuota que solicita a un nuevo cofrade no supera las quinientas pesetas anuales, cantidad que escasamente alcanza para sufragar las necesidades más esenciales.
Las procesiones de la Semana Santa santanderina tienen un presupuesto global que asciende a medio millón de pesetas, al que se añade una cantidad igual por gastos de publicidad, sonorización y gastos de infraestructura. El Ayuntamiento ha colaborado este año con un millón de pesetas, y se han recaudado, por cuestaciones realizadas en los comercios, más de cien mil pesetas.
Cada Paso tiene un presupuesto distinto, siendo el más costoso el de “La Virgen de los Dolores”, cuya preparación y montaje asciende a ciento cincuenta mil pesetas. El porcentaje medio de los restantes Pasos alcanza las cincuenta mil pesetas, siendo, por término medio, el gasto derivado del arreglo de flores de veinte mil pesetas. Hasta ahora, la tela de un solo hábito costaba alrededor de las diez mil pesetas – doce mil pesetas, gasto que ha podido ser reducido a la mitad, al hacerse ahora los pedidos directamente a fábrica –. A este desembolso, se suma el que resulta de la confección, generalmente a cargo de monjas o bien de particulares.
Otro problema de difícil solución, es el del almacenaje de los Pasos, verdadero quebradero de cabeza para alguna de las cofradías, como es el de “La Virgen de los Dolores”, “que hemos tenido que llevar – explicó Marcial Zamanillo – incluso a casas y almacenes de construcción, hasta este invierno, que se quedó en las naves de La Marga”. Así y todo, han desaparecido algunos de los medallones que adornan la carroza, la más grande y pesada de cuantas desfilan en Santander, por lo que precisa la colaboración de cinco costaleros para su arrastre.
El Paso de la “Dolorosa” es obra de Daniel Alegre. El rostro y las manos de la Virgen pertenecen a las dos primeras camareras que tuvo la cofradía, que nació en 1939. la cara pertenece a Ana Torres Quevedo, y las manos son las de Gabriela Maura, dos conocidas personas de la sociedad santanderina. La imagen data de 1941, existiendo de ella dos réplicas: una, en talla de madera y que compone “El Calvario”, y otra, la que sale en procesión, con armadura vestida, y que tan sólo tiene las manos y la cara.
El Paso de mayor calidad es el del “Santo Entierro”, que se conserva en Santillana del Mar, y que no desfila en Santander desde hace al menos veinte años. Son notables también “El expolio” y “El Descendimiento”, obras ambas de Víctor de los Ríos; “El Cristo del Amor”, de Daniel Alegre, y el “Cristo Yacente”, de Coullaut Valera.
“Las procesiones de la Semana Santa, en Santander, han alcanzado, por fervor, seriedad, espíritu penitencial, y esmero en la confección de los Pasos, un lugar de honor entre las que se celebran en el Norte de España”, afirmó Francisco Gutiérrez Díaz, secretario de la Junta de Cofradías. Procesiones que cuentan con el respaldo y subvención del Ayuntamiento de Santander principalmente, y de algunas entidades bancarias, se nutre también de los donativos de particulares y comerciantes, con lo que se llega a cubrir casi todos los gastos.
En los últimos años, tan sólo se registraron pérdidas en 1983, debido a que la lluvia obligó a suspender casi todas las procesiones. El día más importante es el del Viernes Santo, en que desfilan todas las cofradías a excepción de la Hermandad del “Resucitado”, siendo la procesión más emotiva la de la Cofradía de la Merced, quien con su Paso “Jesús Nazareno”, libera el Miércoles Santo un preso ante la Prisión Provincial. En los dos últimos años, se consiguió de las autoridades penitenciarias, liberar un preso cumpliendo condena en el Dueso de Santoña, si bien se trata siempre de reclusos a quienes queda poca condena por cumplir.
Tras varios años de apatía y desinterés, las procesiones viven, en los últimos años, una revitalización que surge de la adhesión de los jóvenes, en su mayor parte miembros activos de las distintas parroquias de la ciudad
Emilia Levi – Periódico Alerta – Semana Santa 1988”
Ya dije anteriormente que era en el mes de septiembre cuando todo comenzaba de nuevo tras las merecidas vacaciones que nos permitimos tras la Semana Santa – interrumpidas únicamente para acudir a las procesiones del Corpus Christi y la del día del Carmen, siendo esta última la más emotiva muestra de fervor popular que puede darse en una ciudad –. Pues bien, es entonces cuando la Junta comienza a seleccionar la fotografía ideal para ilustrar el cartel anunciador de la siguiente Semana Santa; cuando se elige al pregonero ideal que nos de luz en el pórtico de entrada de nuestra Semana; cuando se decide quien realizará el Concierto Sacro a continuación de la intervención del pregonero… En definitiva, que la estación del otoño nos sirve para ir atando los cabos que el público en general verá perfectamente anudados durante unos diez días. Y es que el elegir el cartel perfecto, al pregonero que atraiga a mucha gente, y un buen concierto, no son sinónimo de bienestar o beneplácito, al contrario, muchas veces son fruto para incontables jaquecas y auténticos quebraderos de cabeza. Pero, por el momento, todo ha salido a pedir de boca. Grandes artistas como Roberto Orallo y Angel de la Hoz realizaron los mejores carteles de los últimos veinticinco años a modo de dos soberbios lienzos cargados de significado, colorido y presencia para la Semana Santa del 2000 y 2001 respectivamente; la más que afamada periodista Paloma Gómez Borrero abarrotó, literalmente hablando, la Catedral el día de su intervención como pregonera, al igual que grandes personalidades de nuestra tierra, como los hermanos Rafael, Carmen y Joaquín González Echegaray, Angel Díaz de Entresotos, Francisco Ignacio de Cáceres, los también periodistas Javier Rodríguez o Claudio Acebo… y grandes Coros y Agrupaciones Musicales han dado música y arte al inicio de la Semana Santa, como la “Coral Salvé de Laredo”, el coro de cámara “Allegranza”, la Orquesta y Coro “Concentus Musicus” o la Coral Santa María de Solvay”, por citar a aquellos que intervinieron en los últimos años.
Estos tres hechos puntuales forman parte del trabajo más amable y gratificante de la Junta de Cofradías, perfectamente representada por una Junta de Gobierno que se deja la piel en cada instante para que todo vaya sobre ruedas. Y es que el papeleo, las idas y venidas por Organismos Oficiales, el solicitar ayudas y subvenciones o permisos para la instalación de la gran carpa que nos sirva para la exposición de Pasos, el pedir favores, y un largo etcétera de trabajo administrativo, son la otra moneda de la Semana Santa. Ese es el trabajo que, como cité anteriormente, no se ve y, por tanto, nadie agradece. Solamente los que estamos muy dentro del meollo, que ya es bastante – desde aquí vaya un beso y un abrazo sincero para mis compañeros de la Junta de Gobierno de la Junta de Cofradías. Y que nadie me pida explicaciones de esto –.
La semana antes de la Semana Santa, nos sirve como fecha ideal en el calendario para que todas las cofradías coincidamos en el interior de la gran carpa – aún en pañales – para comenzar a montar nuestras respectivas imágenes. Y es entonces, y lo cito como apreciación personal mía que es, cuando siento la Semana Santa como algo especial. Me explico. El estar todos ahí reunidos, cada uno trabajando en lo suyo pero todos con todos en un mismo espacio, es algo que se pierde la gente de fuera. Es en ese momento cuando la Semana Santa es algo nuestro, una sensación que tan sólo saboreamos los de dentro. El ver a nuestras imágenes sin vestir sobre sus andas; el ver todos los libros y postales aún embaladas en grandes cajas de cartón junto a los caballetes y la tabla que sirven para la mesa de ventas; las continuas entradas y salidas de furgonetas con material de este o de aquel Paso; las primeras afloraciones de nervios; la incertidumbre sobre si estará lista para su exposición determinada imagen – esa obra maestra que es “El expolio” y que está siendo restaurada, nos está llegando a plazos cada año para que el público pueda verla en todo su esplendor después del expolio – sin comillas porque fue expolio y del de verdad – al que fue sometido el gran grupo escultórico de Víctor de los Ríos a manos de gente impresentable y nada respetuosa que prefirió almacenarlo en una carbonera sin importarle nada el arte ni lo que representa. Y no me tiren de la lengua, que ganas me dan de desvelar su identidad…
En fin. Resumiendo, es en esos primeros días de montaje, cuando me entretengo conmigo mismo y con todo el tiempo del mundo, para comprobar que aquellas imágenes que en un capítulo aparte cité y califiqué con todo merecimiento como “las imágenes de mi infancia”, casan a la perfección con esas otras imágenes que nunca vi procesionar mientras fui niño y que, justamente, he de citar a continuación pues todas integran el universo de la Semana Santa. Todo un mundo que consigue que Santander, por espacio de unos días, respire un aroma distinto al del resto del año. En definitiva, un aroma especial. (aclaro que las tres imágenes que procesiona la Archicofradía de la Merced irán en capítulo aparte):
Y es que este resurgir de la Semana Santa santanderina, después de años de terrible incertidumbre allá en la década de los 70, se ha hecho palpable a golpe de esfuerzo y trabajo entre todos. De ahí el respeto con que las crónicas periodísticas de las distintas épocas lo han recogido para, en este preciso instante, hacerlo presente:
“La Semana Santa santanderina, considerada como la más importante del Norte de España.
Con la Procesión del Paso de “La Virgen de la Esperanza”, dieron comienzo ayer los cultos penitenciales de la Semana Santa santanderina, tras los primeros actos introductorias celebrados el pasado sábado con la proclamación del pregón a cargo de Gabriel Palomero, la interpretación de un concierto sacro a cargo del Conservatorio “Jesús de Monasterio”, y la procesión, el Domingo de Ramos, del Paso de “La Borriquilla”.
Con estos primeros actos, Santander entró ayer de lleno en la celebración de la Semana Santa, cuya manifestación pública de oración y fe congrega a su alrededor a miles de fieles. Tal como señala el Obispo de la Diócesis, Juan Antonio del Val, las procesiones son “catequesis plásticas realizadas por un gran número de personas y dirigidas al Pueblo de Dios”.
Diez son las cofradías que existen en Santander, que congregan aproximadamente un número no inferior a los mil cofrades. De estos, al menos un tercio son mujeres, adheridas con gran fervor desde que, el pasado año, la Reforma del Código Canónico diera vía libre a la participación en las procesiones, portando el hábito de nazarenas. Sin embargo, y a pesar de este fervor, se han negado a participar en una ofrenda floral que, con motivo del Año Mariano, se quería hacer ante la Virgen, ataviadas con la clásica peineta y mantilla española, “porque lo consideran anticuado”.
Este año no desfilará ningún Paso nuevo, y si faltará, en cambio, el del “Expolio”, del que no se ha podido aún abordar la restauración. Obra del imaginero Víctor de los Ríos, en la actualidad, y dada la mala calidad de la madera empleada por el artista, se encuentra totalmente apolillada.
Marcial Zamanillo, presidente de la Junta de Cofradías, y Francisco Gutiérrez Díaz, secretario de la misma, convinieron en afirmar que el gran problema de las procesiones de la Semana Santa radica en el desinterés y desasistencia que, fuera de la época penitencial, tienen por ellas los santanderinos. “Sería deseable – argumentó Marcial Zamanillo – una adhesión más eficaz, y un seguimiento continuado, que aportara mayor vitalidad a las cofradías y, sobre todo, que diera mayor empuje al trabajo que, unos pocos, de forma constante, venimos dando”.
Los problemas más comunes y acuciantes para las distintas cofradías nacen de las escasísimas posibilidades económicas desde las que se mueven, a pesar de que los gastos son siempre cuantitativos. La renovación de los hábitos representa la partida más importante, por cuanto cada año se adhieren cofrades nuevos que hay que vestir, o hay que renovar trajes ya existentes. Un hábito, encargando la tela directamente a fábrica, puede costar unas cinco mil pesetas, a las que hay que añadir al menos otro tanto por confección. La cuota que solicita a un nuevo cofrade no supera las quinientas pesetas anuales, cantidad que escasamente alcanza para sufragar las necesidades más esenciales.
Las procesiones de la Semana Santa santanderina tienen un presupuesto global que asciende a medio millón de pesetas, al que se añade una cantidad igual por gastos de publicidad, sonorización y gastos de infraestructura. El Ayuntamiento ha colaborado este año con un millón de pesetas, y se han recaudado, por cuestaciones realizadas en los comercios, más de cien mil pesetas.
Cada Paso tiene un presupuesto distinto, siendo el más costoso el de “La Virgen de los Dolores”, cuya preparación y montaje asciende a ciento cincuenta mil pesetas. El porcentaje medio de los restantes Pasos alcanza las cincuenta mil pesetas, siendo, por término medio, el gasto derivado del arreglo de flores de veinte mil pesetas. Hasta ahora, la tela de un solo hábito costaba alrededor de las diez mil pesetas – doce mil pesetas, gasto que ha podido ser reducido a la mitad, al hacerse ahora los pedidos directamente a fábrica –. A este desembolso, se suma el que resulta de la confección, generalmente a cargo de monjas o bien de particulares.
Otro problema de difícil solución, es el del almacenaje de los Pasos, verdadero quebradero de cabeza para alguna de las cofradías, como es el de “La Virgen de los Dolores”, “que hemos tenido que llevar – explicó Marcial Zamanillo – incluso a casas y almacenes de construcción, hasta este invierno, que se quedó en las naves de La Marga”. Así y todo, han desaparecido algunos de los medallones que adornan la carroza, la más grande y pesada de cuantas desfilan en Santander, por lo que precisa la colaboración de cinco costaleros para su arrastre.
El Paso de la “Dolorosa” es obra de Daniel Alegre. El rostro y las manos de la Virgen pertenecen a las dos primeras camareras que tuvo la cofradía, que nació en 1939. la cara pertenece a Ana Torres Quevedo, y las manos son las de Gabriela Maura, dos conocidas personas de la sociedad santanderina. La imagen data de 1941, existiendo de ella dos réplicas: una, en talla de madera y que compone “El Calvario”, y otra, la que sale en procesión, con armadura vestida, y que tan sólo tiene las manos y la cara.
El Paso de mayor calidad es el del “Santo Entierro”, que se conserva en Santillana del Mar, y que no desfila en Santander desde hace al menos veinte años. Son notables también “El expolio” y “El Descendimiento”, obras ambas de Víctor de los Ríos; “El Cristo del Amor”, de Daniel Alegre, y el “Cristo Yacente”, de Coullaut Valera.
“Las procesiones de la Semana Santa, en Santander, han alcanzado, por fervor, seriedad, espíritu penitencial, y esmero en la confección de los Pasos, un lugar de honor entre las que se celebran en el Norte de España”, afirmó Francisco Gutiérrez Díaz, secretario de la Junta de Cofradías. Procesiones que cuentan con el respaldo y subvención del Ayuntamiento de Santander principalmente, y de algunas entidades bancarias, se nutre también de los donativos de particulares y comerciantes, con lo que se llega a cubrir casi todos los gastos.
En los últimos años, tan sólo se registraron pérdidas en 1983, debido a que la lluvia obligó a suspender casi todas las procesiones. El día más importante es el del Viernes Santo, en que desfilan todas las cofradías a excepción de la Hermandad del “Resucitado”, siendo la procesión más emotiva la de la Cofradía de la Merced, quien con su Paso “Jesús Nazareno”, libera el Miércoles Santo un preso ante la Prisión Provincial. En los dos últimos años, se consiguió de las autoridades penitenciarias, liberar un preso cumpliendo condena en el Dueso de Santoña, si bien se trata siempre de reclusos a quienes queda poca condena por cumplir.
Tras varios años de apatía y desinterés, las procesiones viven, en los últimos años, una revitalización que surge de la adhesión de los jóvenes, en su mayor parte miembros activos de las distintas parroquias de la ciudad
Emilia Levi – Periódico Alerta – Semana Santa 1988”
Ya dije anteriormente que era en el mes de septiembre cuando todo comenzaba de nuevo tras las merecidas vacaciones que nos permitimos tras la Semana Santa – interrumpidas únicamente para acudir a las procesiones del Corpus Christi y la del día del Carmen, siendo esta última la más emotiva muestra de fervor popular que puede darse en una ciudad –. Pues bien, es entonces cuando la Junta comienza a seleccionar la fotografía ideal para ilustrar el cartel anunciador de la siguiente Semana Santa; cuando se elige al pregonero ideal que nos de luz en el pórtico de entrada de nuestra Semana; cuando se decide quien realizará el Concierto Sacro a continuación de la intervención del pregonero… En definitiva, que la estación del otoño nos sirve para ir atando los cabos que el público en general verá perfectamente anudados durante unos diez días. Y es que el elegir el cartel perfecto, al pregonero que atraiga a mucha gente, y un buen concierto, no son sinónimo de bienestar o beneplácito, al contrario, muchas veces son fruto para incontables jaquecas y auténticos quebraderos de cabeza. Pero, por el momento, todo ha salido a pedir de boca. Grandes artistas como Roberto Orallo y Angel de la Hoz realizaron los mejores carteles de los últimos veinticinco años a modo de dos soberbios lienzos cargados de significado, colorido y presencia para la Semana Santa del 2000 y 2001 respectivamente; la más que afamada periodista Paloma Gómez Borrero abarrotó, literalmente hablando, la Catedral el día de su intervención como pregonera, al igual que grandes personalidades de nuestra tierra, como los hermanos Rafael, Carmen y Joaquín González Echegaray, Angel Díaz de Entresotos, Francisco Ignacio de Cáceres, los también periodistas Javier Rodríguez o Claudio Acebo… y grandes Coros y Agrupaciones Musicales han dado música y arte al inicio de la Semana Santa, como la “Coral Salvé de Laredo”, el coro de cámara “Allegranza”, la Orquesta y Coro “Concentus Musicus” o la Coral Santa María de Solvay”, por citar a aquellos que intervinieron en los últimos años.
Estos tres hechos puntuales forman parte del trabajo más amable y gratificante de la Junta de Cofradías, perfectamente representada por una Junta de Gobierno que se deja la piel en cada instante para que todo vaya sobre ruedas. Y es que el papeleo, las idas y venidas por Organismos Oficiales, el solicitar ayudas y subvenciones o permisos para la instalación de la gran carpa que nos sirva para la exposición de Pasos, el pedir favores, y un largo etcétera de trabajo administrativo, son la otra moneda de la Semana Santa. Ese es el trabajo que, como cité anteriormente, no se ve y, por tanto, nadie agradece. Solamente los que estamos muy dentro del meollo, que ya es bastante – desde aquí vaya un beso y un abrazo sincero para mis compañeros de la Junta de Gobierno de la Junta de Cofradías. Y que nadie me pida explicaciones de esto –.
La semana antes de la Semana Santa, nos sirve como fecha ideal en el calendario para que todas las cofradías coincidamos en el interior de la gran carpa – aún en pañales – para comenzar a montar nuestras respectivas imágenes. Y es entonces, y lo cito como apreciación personal mía que es, cuando siento la Semana Santa como algo especial. Me explico. El estar todos ahí reunidos, cada uno trabajando en lo suyo pero todos con todos en un mismo espacio, es algo que se pierde la gente de fuera. Es en ese momento cuando la Semana Santa es algo nuestro, una sensación que tan sólo saboreamos los de dentro. El ver a nuestras imágenes sin vestir sobre sus andas; el ver todos los libros y postales aún embaladas en grandes cajas de cartón junto a los caballetes y la tabla que sirven para la mesa de ventas; las continuas entradas y salidas de furgonetas con material de este o de aquel Paso; las primeras afloraciones de nervios; la incertidumbre sobre si estará lista para su exposición determinada imagen – esa obra maestra que es “El expolio” y que está siendo restaurada, nos está llegando a plazos cada año para que el público pueda verla en todo su esplendor después del expolio – sin comillas porque fue expolio y del de verdad – al que fue sometido el gran grupo escultórico de Víctor de los Ríos a manos de gente impresentable y nada respetuosa que prefirió almacenarlo en una carbonera sin importarle nada el arte ni lo que representa. Y no me tiren de la lengua, que ganas me dan de desvelar su identidad…
En fin. Resumiendo, es en esos primeros días de montaje, cuando me entretengo conmigo mismo y con todo el tiempo del mundo, para comprobar que aquellas imágenes que en un capítulo aparte cité y califiqué con todo merecimiento como “las imágenes de mi infancia”, casan a la perfección con esas otras imágenes que nunca vi procesionar mientras fui niño y que, justamente, he de citar a continuación pues todas integran el universo de la Semana Santa. Todo un mundo que consigue que Santander, por espacio de unos días, respire un aroma distinto al del resto del año. En definitiva, un aroma especial. (aclaro que las tres imágenes que procesiona la Archicofradía de la Merced irán en capítulo aparte):