Observen detenidamente la instantánea. Quién es capaz de decir que no es él uno de los que se agolpan en primera fila del Paseo Pereda para disfrutar de la procesión de Semana Santa.
Tantas veces se ha hablado desde este “concierto de recuerdos” de aquellas jornadas de mi infancia, sentado en aquellas sillas plegables que se alquilaban que, gracias a una foto perdida de mi amigo Fredi, consigo rescatar todo aquello del pasado para hacerlo presente y vivo ahora mismo.
La foto apareció en el periódico allá por finales de la década de los 70. Multitud de gente agolpada junto a la tribuna presidencial, cercana al Obispo y demás autoridades, preparados todos para presenciar, durante algo más de hora y media, de toda la secuencia catequética de la Pasión. Y también para recrearse con la variedad cromática de los distintos hábitos de cada cofradía; y con el tipo de flores con que iba adornada tal o cual imagen; o lo bien o mal planchados que llevaban algunos el hábito; o con las joyas que llevaba la “Virgen de los Dolores”…
Han transcurrido más de veinte años entre esta fotografía y las imágenes que se han clavado en mi retina en esta pasada Semana Santa de 2004. Y todo parecía indicar que el tiempo se había detenido, que las gentes seguían agolpándose en las calles para contemplar el cortejo; que todos aguardaban con impaciencia a que Teresa comenzara a andar la primera en la jornada de Viernes Santo con el pergamino en una de las manos para solicitar permiso al Obispo para que la procesión se iniciara; y todos, absolutamente todos, con el corazón en un puño tras la definitiva suspensión del cortejo de este pasado Viernes Santo.
Pero la situación se salvó con entera dignidad. El mismo público que se agolpaba en la calle en esta maravillosa fotografía de los 70, se dio cita en la Carpa para poder ver a sus imágenes en todo su esplendor y toda su dignidad.
Allí, el público, las gentes de nuestro Santander, nos demostraron con su masiva afluencia y su poderoso respeto, que la vida tiene un sabor especial en estas jornadas tan especiales en nuestro calendario.
Con una mirada cómplice, nuestra gente nos emplazaba para las procesiones del año que viene. Allí estarán, con toda seguridad, esperando a oír el sonido de los tambores y las cornetas; contemplando el caminar serio y regio de los nazarenos; y disfrutando y reflexionando sobre lo que representan estas nuestras imágenes de Semana Santa que, por espacio de unos días, se hacen más “nuestras” que nunca.
Tantas veces se ha hablado desde este “concierto de recuerdos” de aquellas jornadas de mi infancia, sentado en aquellas sillas plegables que se alquilaban que, gracias a una foto perdida de mi amigo Fredi, consigo rescatar todo aquello del pasado para hacerlo presente y vivo ahora mismo.
La foto apareció en el periódico allá por finales de la década de los 70. Multitud de gente agolpada junto a la tribuna presidencial, cercana al Obispo y demás autoridades, preparados todos para presenciar, durante algo más de hora y media, de toda la secuencia catequética de la Pasión. Y también para recrearse con la variedad cromática de los distintos hábitos de cada cofradía; y con el tipo de flores con que iba adornada tal o cual imagen; o lo bien o mal planchados que llevaban algunos el hábito; o con las joyas que llevaba la “Virgen de los Dolores”…
Han transcurrido más de veinte años entre esta fotografía y las imágenes que se han clavado en mi retina en esta pasada Semana Santa de 2004. Y todo parecía indicar que el tiempo se había detenido, que las gentes seguían agolpándose en las calles para contemplar el cortejo; que todos aguardaban con impaciencia a que Teresa comenzara a andar la primera en la jornada de Viernes Santo con el pergamino en una de las manos para solicitar permiso al Obispo para que la procesión se iniciara; y todos, absolutamente todos, con el corazón en un puño tras la definitiva suspensión del cortejo de este pasado Viernes Santo.
Pero la situación se salvó con entera dignidad. El mismo público que se agolpaba en la calle en esta maravillosa fotografía de los 70, se dio cita en la Carpa para poder ver a sus imágenes en todo su esplendor y toda su dignidad.
Allí, el público, las gentes de nuestro Santander, nos demostraron con su masiva afluencia y su poderoso respeto, que la vida tiene un sabor especial en estas jornadas tan especiales en nuestro calendario.
Con una mirada cómplice, nuestra gente nos emplazaba para las procesiones del año que viene. Allí estarán, con toda seguridad, esperando a oír el sonido de los tambores y las cornetas; contemplando el caminar serio y regio de los nazarenos; y disfrutando y reflexionando sobre lo que representan estas nuestras imágenes de Semana Santa que, por espacio de unos días, se hacen más “nuestras” que nunca.