La idea la tuvo nuestro señor Obispo, D. José Vilaplana. Que los niños no se agolparan en los laterales de la catedral durante el transcurso de las eucaristías de Ramos y Resurrección. Mejor que se amontonaran en torno al altar, junto a él y todo el resto de miembros del Cabildo Catedralicio. Así, él estaría mucho más feliz al verse rodeado de la ingenuidad de unos críos que, con temor y vergüenza, se colocaban a los pies de los ancianos sacerdotes y demás ayudantes de la liturgia, quienes, con total asombro, asumían con la mejor de las sonrisas la iniciativa de D. José.
Los niños siempre han sido parte importante dentro de las procesiones. Y el público siempre ha mostrado la mejor de las sonrisas al presenciar entre las filas de nazarenos, a niños de corta edad portando ya el hábito propio de su respectiva cofradía. Dentro de cada cofradía, siempre se ha dado protagonista a los más pequeños. Y siempre ha sido un sueño a cumplir el pensar que, algún día, los niños de hoy serían las cabezas visibles del mañana. Por eso, siempre se les ha buscado aditamentos importantes para portar a lo largo del cortejo procesional. Y ya sea de la mano de algún mayor, haciendo compañía al portador del estandarte propio de la cofradía, o llevando esas palmas especiales el día de Domingo de Ramos, los niños han cautivado y llenado de vida el mundo de la Semana Santa.
En décadas pasadas, el día de Ramos era, por denominarlo de alguna manera, el día de la “procesión estrella” para los más pequeños. Y desde hace unos años, y por citar un ejemplo, las cofradías del Descendimiento, de la Inmaculada y de los Dolores tienen sendas Secciones Infantiles para acompañar a sus Pasos de “La entrada en Jerusalén”, “El encuentro”, “Jesús ayudado por el Cirineo” y “El Cristo del Amor, la Virgen y San Juan” respectivamente en la jornada de Viernes Santo.
Pero como cité al comienzo de este epígrafe, es en las jornadas dominicales cuando los niños tienen el absoluto protagonismo. Justo en el momento en que, al comenzar la Eucaristía, el Obispo, de pie en el Altar, va haciendo un gesto con las manos para que todas las cofradías lleven a sus niños junto a él, en torno al Altar.
Y quizá sea esto la mejor iniciativa de D. José Vilaplana.
Y seguramente por la que será recordado.
Los niños siempre han sido parte importante dentro de las procesiones. Y el público siempre ha mostrado la mejor de las sonrisas al presenciar entre las filas de nazarenos, a niños de corta edad portando ya el hábito propio de su respectiva cofradía. Dentro de cada cofradía, siempre se ha dado protagonista a los más pequeños. Y siempre ha sido un sueño a cumplir el pensar que, algún día, los niños de hoy serían las cabezas visibles del mañana. Por eso, siempre se les ha buscado aditamentos importantes para portar a lo largo del cortejo procesional. Y ya sea de la mano de algún mayor, haciendo compañía al portador del estandarte propio de la cofradía, o llevando esas palmas especiales el día de Domingo de Ramos, los niños han cautivado y llenado de vida el mundo de la Semana Santa.
En décadas pasadas, el día de Ramos era, por denominarlo de alguna manera, el día de la “procesión estrella” para los más pequeños. Y desde hace unos años, y por citar un ejemplo, las cofradías del Descendimiento, de la Inmaculada y de los Dolores tienen sendas Secciones Infantiles para acompañar a sus Pasos de “La entrada en Jerusalén”, “El encuentro”, “Jesús ayudado por el Cirineo” y “El Cristo del Amor, la Virgen y San Juan” respectivamente en la jornada de Viernes Santo.
Pero como cité al comienzo de este epígrafe, es en las jornadas dominicales cuando los niños tienen el absoluto protagonismo. Justo en el momento en que, al comenzar la Eucaristía, el Obispo, de pie en el Altar, va haciendo un gesto con las manos para que todas las cofradías lleven a sus niños junto a él, en torno al Altar.
Y quizá sea esto la mejor iniciativa de D. José Vilaplana.
Y seguramente por la que será recordado.