
Este “Cristo Yacente” esta presente todo el año en la Parroquia de San Francisco, aunque, de manera lamentable, lo hace situado en el mismo suelo, bajo el retablo de la “Virgen de los Dolores”, hecho este que no consigue desmerecer en absoluto la maestría de la talla de Coullaut. Y es que es de recibo resaltar ciertos hechos que el público general desconoce para que nadie se llame a engaño – por cierto, la gran urna en el que procesionaba en tiempos, ha debido desaparecer de la circulación pues hace años que nadie la ha visto. Permitan el comentario –.
Pues bien, este Cristo muerto, con la boca entreabierta, estuvo a punto de no procesionar este Viernes Santo de 2004, pues la procesión se suspendió a causa de la lluvia caída durante todo día. Pero como si a la imagen le quedase un hilo de vida, sus costaleros, llorando de desesperación ante la suspensión del desfile, pidieron a su Hermano Mayor, aprovechando un momento de claro en el cielo, el llevar la imagen desde la carpa de exposición de Pasos – instalada todos los años para que los ciudadanos puedan familiarizarse con las imágenes protagonistas de la Semana Santa de la ciudad – hasta la iglesia de los Carmelitas, lugar de salida para la Cofradía de la Inmaculada, hermandad que procesiona la imagen. Y fue algo para recordar; una verdadera muestra de alegría e ilusión. En el momento justo en que el Hermano Mayor les dio permiso para satisfacer su deseo, todos los costaleros se abrazaron, se secaron las lágrimas de la desesperación y a golpe de tambor y corneta, a golpe de verdadero sentimiento, el “Cristo Yacente” de Coullaut partió de la plazuela de Pombo en dirección a los Carmelitas.
Podría estar mucho más tiempo evocando aquel momento, intentando hacer llegar a todo el mundo por medio de mis escritos lo que sentían aquellos muchachos en ese preciso instante. Pero sólo me entenderían aquellos que saben detenerse para escuchar de vez en cuando los latidos de su propio corazón.
Desde aquí, vaya un diez en mayúsculas para los costaleros de la Inmaculada y para los que siguen creyendo en los pequeños grandes gestos.
Pues bien, este Cristo muerto, con la boca entreabierta, estuvo a punto de no procesionar este Viernes Santo de 2004, pues la procesión se suspendió a causa de la lluvia caída durante todo día. Pero como si a la imagen le quedase un hilo de vida, sus costaleros, llorando de desesperación ante la suspensión del desfile, pidieron a su Hermano Mayor, aprovechando un momento de claro en el cielo, el llevar la imagen desde la carpa de exposición de Pasos – instalada todos los años para que los ciudadanos puedan familiarizarse con las imágenes protagonistas de la Semana Santa de la ciudad – hasta la iglesia de los Carmelitas, lugar de salida para la Cofradía de la Inmaculada, hermandad que procesiona la imagen. Y fue algo para recordar; una verdadera muestra de alegría e ilusión. En el momento justo en que el Hermano Mayor les dio permiso para satisfacer su deseo, todos los costaleros se abrazaron, se secaron las lágrimas de la desesperación y a golpe de tambor y corneta, a golpe de verdadero sentimiento, el “Cristo Yacente” de Coullaut partió de la plazuela de Pombo en dirección a los Carmelitas.
Podría estar mucho más tiempo evocando aquel momento, intentando hacer llegar a todo el mundo por medio de mis escritos lo que sentían aquellos muchachos en ese preciso instante. Pero sólo me entenderían aquellos que saben detenerse para escuchar de vez en cuando los latidos de su propio corazón.
Desde aquí, vaya un diez en mayúsculas para los costaleros de la Inmaculada y para los que siguen creyendo en los pequeños grandes gestos.