
Aparte de todo lo mencionado anteriormente, si hay una imagen que me acompaña desde que era niño, esa es “La Virgen de la Esperanza” en su procesión estrella del Lunes Santo. Una procesión llena de sentimiento, pues partiendo desde su sede, en la iglesia de San Francisco, recorre media ciudad hasta llegar al hospital de Valdecilla, donde – antiguamente – recorría todos los pabellones de enfermos para que estos y sus familiares, agolpados en las ventanas del centro hospitalario, pudiesen rezar a la Virgen de su esperanza con el deseo de que la enfermedad y el sufrimiento pasaran cuanto antes.
Recuerdo, de niño, ir de la mano de mi madre y mis tías, siguiendo a la Virgen maravillosa por medio Santander, con su lento caminar, con esos ojos mirando hacia el cielo y con los brazos abiertos, como cualquier madre anhelante de evitar más sufrimiento a los suyos. Y el nudo en la garganta cuando todo el cortejo se detenía a la entrada del hospital mientras, al canto de la Salve, la Virgen era llevada por todo el recinto de Valdecilla, estaba a la orden del día.
Yo dirigía mi mirada hacia las ventanas del hospital, pequeños cuadrados iluminados en la inmensidad de la oscuridad de la noche y del hospital, y como metáfora, pequeños halos de esperanza en la oscuridad de las enfermedades. Y miraba también a los que seguían el cortejo, y veía las lágrimas de los que salían del tanatorio para rezarle un último Ave María antes de enterrar a los suyos.
Insisto, la procesión de Lunes Santo es, desde siempre, la más emotiva y plena en significado de las que procesionan por este nuestro Santander.
La soberbia imagen de “La Virgen de la Esperanza”, es obra de Cacicedo Canales (“La Tercera Caída”), realizada entre 1958 y 1959 para la Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestra Señora de la Esperanza y San Juan Apóstol. Y dicha procesión del Lunes Santo, se lleva realizando desde 1963, a eso de las 8 de la tarde, cuando el día comienza a decaer para dejar paso al naranja crepúsculo del anochecer. Y como curiosidad, la Virgen siempre desfila en dirección al ocaso, como si no quisiera dejar paso a la noche oscura portando, entre sus brazos, el halo de luz ilusionadota y plena de esperanza.
La imagen de la Virgen fue objeto y protagonista del cartel de 1991, y también fue uno de los elegidos ara aquella exposición-selección de mis carteles favoritos; y llegados a este punto, no estaría nada mal el rescatar del programa de 1948, el texto a modo de esperanza, del Director Espiritual de la cofradía por ver pronto en la calle una talla digna de dicha Virgen:
“Bien le cuadra a la Virgen el dulce nombre de esperanza nuestra. Si toda la vida lo fue para nosotros, mucho más cuando subió al Calvario en pos de Jesús Redentor, a ser Corredentora de los hombres, porque en la Sagrada Cumbre, ofreció, juntándolos a los del Hijo, sus méritos y satisfacciones.
No había menester Cristo de acrecentar los tesoros de su sangre, que por su divina tenía un valor infinito, tanto que ni la deuda inmensa de los pecados del mundo era parte para dejar exhausta los caudales de la Redención. Mas como en la rutina del Paraíso puso la mano una mujer, entró en los planes de Dios que aquella otra Mujer que le prestó al Verbo su sangre para derramarlo, viniese a ser fuente segunda de nuestra vida.
He aquí el acierto del nombre de nuestra hermandad, que ve en el llanto de la Señora, no la postrer ofrenda ante un sepulcro enseñoreado por la muerte, sino el rocío fecundo sobre una siembra espiritual que, amparándola Ella, ya muestra la seguranza del fruto. Y porque es muy nuestro darse sesgo sobrenatural hasta a las tareas de acá abajo, su razón tiene también el escoger para sí este nombre los Agentes Comerciales, que si en sus quehaceres la esperanza les empuje, sin olvidar éstos, ha de acuciar aún más sus espíritus la esperanzadora paga que nos aguarda lindero allá de esta vida.
Por eso buscan ellos el cobijo del manto verde de Nuestra Señora de la Esperanza. ¿Cuándo podremos verla cruzar nuestras calles, llevándose en pos de sí las plegarias y los corazones de los buenos cristianos? Su imagen ensoñada no la plasmó todavía la inspiración del artista, pero queremos que en nuestros Pasos de Semana Santa no falte por mucho tiempo esta nueva predicación plástica. Habrá quien, siguiendo la tradición de nuestros imagineros de antaño, en hermandad la religión y el arte, logre las esculturas de la Virgen llorosa y del Apóstol San Juan, con remembranzas de Gregorio Fernández, austero y popular, o de Francisco Salcillo, realista mesurado.
Así, en la suntuosidad de la Semana Santa de Santander, el Paso de nuestra cofradía será por las calles, en lugar de contemplación baldía, hontanar vivo de auténtica piedad cristiana. Porque al ver a María y a Juan, clavados los ojos del uno en los del otro, en mudas hoblas de amor y de dolor, el pueblo traerá a las mientes aquel testamento de caridad inefable que, desde la Cruz, Cristo les dijo a ellos por nosotros: “Ahí tienes a tu Hijo… Ahí tienes a tu Madre”.
Y entonces reverdecerá la esperanza de todos en María, pues el entender que podemos llamarla Madre, es lo que más nos adentra en el alma la virtud de la esperanza en El… por Ella.
Blas Rodríguez
Director Espiritual de la Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestra Señora de la Esperanza y de San Juan Apóstol”.
Recuerdo, de niño, ir de la mano de mi madre y mis tías, siguiendo a la Virgen maravillosa por medio Santander, con su lento caminar, con esos ojos mirando hacia el cielo y con los brazos abiertos, como cualquier madre anhelante de evitar más sufrimiento a los suyos. Y el nudo en la garganta cuando todo el cortejo se detenía a la entrada del hospital mientras, al canto de la Salve, la Virgen era llevada por todo el recinto de Valdecilla, estaba a la orden del día.
Yo dirigía mi mirada hacia las ventanas del hospital, pequeños cuadrados iluminados en la inmensidad de la oscuridad de la noche y del hospital, y como metáfora, pequeños halos de esperanza en la oscuridad de las enfermedades. Y miraba también a los que seguían el cortejo, y veía las lágrimas de los que salían del tanatorio para rezarle un último Ave María antes de enterrar a los suyos.
Insisto, la procesión de Lunes Santo es, desde siempre, la más emotiva y plena en significado de las que procesionan por este nuestro Santander.
La soberbia imagen de “La Virgen de la Esperanza”, es obra de Cacicedo Canales (“La Tercera Caída”), realizada entre 1958 y 1959 para la Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestra Señora de la Esperanza y San Juan Apóstol. Y dicha procesión del Lunes Santo, se lleva realizando desde 1963, a eso de las 8 de la tarde, cuando el día comienza a decaer para dejar paso al naranja crepúsculo del anochecer. Y como curiosidad, la Virgen siempre desfila en dirección al ocaso, como si no quisiera dejar paso a la noche oscura portando, entre sus brazos, el halo de luz ilusionadota y plena de esperanza.
La imagen de la Virgen fue objeto y protagonista del cartel de 1991, y también fue uno de los elegidos ara aquella exposición-selección de mis carteles favoritos; y llegados a este punto, no estaría nada mal el rescatar del programa de 1948, el texto a modo de esperanza, del Director Espiritual de la cofradía por ver pronto en la calle una talla digna de dicha Virgen:
“Bien le cuadra a la Virgen el dulce nombre de esperanza nuestra. Si toda la vida lo fue para nosotros, mucho más cuando subió al Calvario en pos de Jesús Redentor, a ser Corredentora de los hombres, porque en la Sagrada Cumbre, ofreció, juntándolos a los del Hijo, sus méritos y satisfacciones.
No había menester Cristo de acrecentar los tesoros de su sangre, que por su divina tenía un valor infinito, tanto que ni la deuda inmensa de los pecados del mundo era parte para dejar exhausta los caudales de la Redención. Mas como en la rutina del Paraíso puso la mano una mujer, entró en los planes de Dios que aquella otra Mujer que le prestó al Verbo su sangre para derramarlo, viniese a ser fuente segunda de nuestra vida.
He aquí el acierto del nombre de nuestra hermandad, que ve en el llanto de la Señora, no la postrer ofrenda ante un sepulcro enseñoreado por la muerte, sino el rocío fecundo sobre una siembra espiritual que, amparándola Ella, ya muestra la seguranza del fruto. Y porque es muy nuestro darse sesgo sobrenatural hasta a las tareas de acá abajo, su razón tiene también el escoger para sí este nombre los Agentes Comerciales, que si en sus quehaceres la esperanza les empuje, sin olvidar éstos, ha de acuciar aún más sus espíritus la esperanzadora paga que nos aguarda lindero allá de esta vida.
Por eso buscan ellos el cobijo del manto verde de Nuestra Señora de la Esperanza. ¿Cuándo podremos verla cruzar nuestras calles, llevándose en pos de sí las plegarias y los corazones de los buenos cristianos? Su imagen ensoñada no la plasmó todavía la inspiración del artista, pero queremos que en nuestros Pasos de Semana Santa no falte por mucho tiempo esta nueva predicación plástica. Habrá quien, siguiendo la tradición de nuestros imagineros de antaño, en hermandad la religión y el arte, logre las esculturas de la Virgen llorosa y del Apóstol San Juan, con remembranzas de Gregorio Fernández, austero y popular, o de Francisco Salcillo, realista mesurado.
Así, en la suntuosidad de la Semana Santa de Santander, el Paso de nuestra cofradía será por las calles, en lugar de contemplación baldía, hontanar vivo de auténtica piedad cristiana. Porque al ver a María y a Juan, clavados los ojos del uno en los del otro, en mudas hoblas de amor y de dolor, el pueblo traerá a las mientes aquel testamento de caridad inefable que, desde la Cruz, Cristo les dijo a ellos por nosotros: “Ahí tienes a tu Hijo… Ahí tienes a tu Madre”.
Y entonces reverdecerá la esperanza de todos en María, pues el entender que podemos llamarla Madre, es lo que más nos adentra en el alma la virtud de la esperanza en El… por Ella.
Blas Rodríguez
Director Espiritual de la Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestra Señora de la Esperanza y de San Juan Apóstol”.