
“Lector, hermano mío: Quienquiera que seas, hombre o mujer, joven o viejo, pobre o rico, obrero o aristócrata, te quiero y daría mi sangre por serte útil y agradable. Si estás contagiado de la frivolidad ambiente y por estas mis primeras palabras me calificas de cursi; si eres intelectual, y al ver el título del presente libro has sonreído llamándome pedante, te diré lo que en ocasión memorable dijo Temístocles: Pega, pero escucha. Censúrame, ríete de mí, pero sigue leyendo, siquiera, hasta la conclusión de este prólogo.
Al empezar mi obra, tengo miedo. Pero este miedo no es hijo de una falsa modestia. No creas, lector amigo, que me dispongo a hablar “de la pesada carga que gravita sobre mis débiles hombros”, ni que voy a hacer las consabidas protestas acerca de mi pequeñez y de mis escasos méritos. Si no me creyera capaz de dar cima a mi empresa, no la comenzaría, y estoy convencido de que la constancia y el entusiasmo hacen milagros. Mi miedo, que es enorme, obedece a la seguridad en que estoy de que se me calificará de atrevido, de osado y aún de cínico; y no ciertamente por los espíritus faltos de ideal, cuyas censuras no me importan, porque yo creo, con Feuillet, que el mayor mal que pueda ocurrirnos no es temer la crítica de los que despreciamos o compadecemos, sino la de los otros, de los míos, de los que darían su vida y su sangre por la desaparición de la mayor plaga nacional: la incultura.
El presente libro soy yo mismo.
Lector, hermano mío, al recomendarlo a tu benevolencia, te saludaré con las palabras de Pilato:
–¡Ecce Homo!”
JUAN TELLEZ Y LOPEZ
18 de febrero de 1906
Al empezar mi obra, tengo miedo. Pero este miedo no es hijo de una falsa modestia. No creas, lector amigo, que me dispongo a hablar “de la pesada carga que gravita sobre mis débiles hombros”, ni que voy a hacer las consabidas protestas acerca de mi pequeñez y de mis escasos méritos. Si no me creyera capaz de dar cima a mi empresa, no la comenzaría, y estoy convencido de que la constancia y el entusiasmo hacen milagros. Mi miedo, que es enorme, obedece a la seguridad en que estoy de que se me calificará de atrevido, de osado y aún de cínico; y no ciertamente por los espíritus faltos de ideal, cuyas censuras no me importan, porque yo creo, con Feuillet, que el mayor mal que pueda ocurrirnos no es temer la crítica de los que despreciamos o compadecemos, sino la de los otros, de los míos, de los que darían su vida y su sangre por la desaparición de la mayor plaga nacional: la incultura.
El presente libro soy yo mismo.
Lector, hermano mío, al recomendarlo a tu benevolencia, te saludaré con las palabras de Pilato:
–¡Ecce Homo!”
JUAN TELLEZ Y LOPEZ
18 de febrero de 1906