Bonita fotografía que recoge el momento en el que, tras la celebración de la Misa Pontifical del Domingo de Resurrección, se espera la llegada de la “Virgen Inmaculada Gloriosa” para su encuentro con el “Resucitado” en el centro de la Plaza de Eguino y Trecu, ante la mismísima puerta de la catedral.
Todos expectantes. Algunos con pose marcial y seria; otros, como el sacerdote de la derecha, dando instrucciones a través del móvil – qué cosas –; y todos, mirando hacia la esquina de la cuesta que asciende a la plaza. Seguro que con un nudo en la garganta ante un posible retraso que enturbie la buena organización de la procesión.
Las esperas son algo muy común en las procesiones. Siempre hay algún pequeño incidente convertido graciosamente en anécdota para relatar al cabo de los días. Excusas como la tardanza de algún Municipal en cortar el tráfico de una determinada calle, el lento caminar de algunos nazarenos en alguna cofradía, el descanso reglamentario de los costaleros tras varios minutos seguidos llevando el peso de su imagen sobre sus hombros. O incluso la frondosidad de algunos árboles y que dificultan el paso de las imágenes por determinadas calles, como ha ocurrido en esta pasada Semana Santa de 2004, en que el sauce situado en la cuesta de Somorrostro camino de la catedral, dificultó y retrasó por espacio de varios minutos la subida de la Virgen.
Y todos allí, expectantes sin saber realmente lo que ocurría, con una sonrisa nerviosa o un guiño cómplice como afirmación.
Sin embargo, los que trabajamos “desde dentro”, sabemos que los retrasos tienen su explicación.
Todos expectantes. Algunos con pose marcial y seria; otros, como el sacerdote de la derecha, dando instrucciones a través del móvil – qué cosas –; y todos, mirando hacia la esquina de la cuesta que asciende a la plaza. Seguro que con un nudo en la garganta ante un posible retraso que enturbie la buena organización de la procesión.
Las esperas son algo muy común en las procesiones. Siempre hay algún pequeño incidente convertido graciosamente en anécdota para relatar al cabo de los días. Excusas como la tardanza de algún Municipal en cortar el tráfico de una determinada calle, el lento caminar de algunos nazarenos en alguna cofradía, el descanso reglamentario de los costaleros tras varios minutos seguidos llevando el peso de su imagen sobre sus hombros. O incluso la frondosidad de algunos árboles y que dificultan el paso de las imágenes por determinadas calles, como ha ocurrido en esta pasada Semana Santa de 2004, en que el sauce situado en la cuesta de Somorrostro camino de la catedral, dificultó y retrasó por espacio de varios minutos la subida de la Virgen.
Y todos allí, expectantes sin saber realmente lo que ocurría, con una sonrisa nerviosa o un guiño cómplice como afirmación.
Sin embargo, los que trabajamos “desde dentro”, sabemos que los retrasos tienen su explicación.