“¿Desea colaborar con la Semana Santa?” era la pregunta que siempre se hacía en la mañana de Jueves Santo. En los últimos años nos poníamos en dos grupos. Uno en la plaza del Ayuntamiento – los de la fotografía, todos sonrientes y dicharacheros –, sentados en aquellos tenderetes que actualmente deben estar criando polvo en alguna nave comercial. El otro grupo, en Puertochico, moviéndonos de acá para allá, con las huchas en la mano y asaltando a todo el que se nos pusiera por delante. Parecíamos los “Chicos de la Cruz Roja”. Y a cambio del donativo, una pegatina y nuestra mejor sonrisa.
Recuerdo una vez a una señora que, ante la petición de uno del grupo, le miró de arriba abajo y viceversa, y con muy malos humos, le espetó semejante fresca:
– Esto es cosa de curas. Que acoquinen ellos y luego que se acuerden de los pobres…
Y claro, por no poner las cartas sobre la mesa, la respuesta fue una sonrisa nerviosa, un “gracias” dicho con mucha timidez y a seguir paseando por la plaza respectiva. Porque no era la ocasión apropiada para decirle:
– Mire usted, señora mía, que el clero no suelta prenda ni para un responso y que por tal motivo estamos dándole vueltas a todo aquel que se pasea tan alegremente por este recóndito lugar porque, ni instituciones sagradas ni de las otras, nos dan lo suficiente como para poder restaurar y mejorar esta Semana Santa santanderina que, gracias al tesón y el más absoluto desinterés de unos cuantos, ha conseguido ser declarada de “interés turístico regional”. Ahí es nada.
Actualmente, se pide con huchas en la mañana de Viernes Santo. Cada cofradía en su respectiva zona previamente designada según la ubicación de sus templos o sedes. Lo suelen hacer los más jóvenes, ataviados con el hábito que lucirán por la tarde en la procesión. Y sacan dinero para poder sufragar los múltiples gastos que cada cofradía tiene en Semana Santa.
Pero viendo la fotografía, me acuerdo de aquellos otros tiempos en que nos juntábamos unos cuantos voluntarios en dos grupos en la mañana de Jueves Santo para tal fin. Y después de la jornada, los de mi grupo – Carmen Pérez y mi prima Ana María – nos encaminábamos a la Capilla de la Merced o a la Carpa de Exposiciones – según donde ésta estuviese situada – a hacer el recuento de todo lo recaudado. Luego, tras la entrega al Vocal Tesorero, a aguardar la grata noticia.
– Este año habéis vuelto a ganar a los del Ayuntamiento.
Recuerdo una vez a una señora que, ante la petición de uno del grupo, le miró de arriba abajo y viceversa, y con muy malos humos, le espetó semejante fresca:
– Esto es cosa de curas. Que acoquinen ellos y luego que se acuerden de los pobres…
Y claro, por no poner las cartas sobre la mesa, la respuesta fue una sonrisa nerviosa, un “gracias” dicho con mucha timidez y a seguir paseando por la plaza respectiva. Porque no era la ocasión apropiada para decirle:
– Mire usted, señora mía, que el clero no suelta prenda ni para un responso y que por tal motivo estamos dándole vueltas a todo aquel que se pasea tan alegremente por este recóndito lugar porque, ni instituciones sagradas ni de las otras, nos dan lo suficiente como para poder restaurar y mejorar esta Semana Santa santanderina que, gracias al tesón y el más absoluto desinterés de unos cuantos, ha conseguido ser declarada de “interés turístico regional”. Ahí es nada.
Actualmente, se pide con huchas en la mañana de Viernes Santo. Cada cofradía en su respectiva zona previamente designada según la ubicación de sus templos o sedes. Lo suelen hacer los más jóvenes, ataviados con el hábito que lucirán por la tarde en la procesión. Y sacan dinero para poder sufragar los múltiples gastos que cada cofradía tiene en Semana Santa.
Pero viendo la fotografía, me acuerdo de aquellos otros tiempos en que nos juntábamos unos cuantos voluntarios en dos grupos en la mañana de Jueves Santo para tal fin. Y después de la jornada, los de mi grupo – Carmen Pérez y mi prima Ana María – nos encaminábamos a la Capilla de la Merced o a la Carpa de Exposiciones – según donde ésta estuviese situada – a hacer el recuento de todo lo recaudado. Luego, tras la entrega al Vocal Tesorero, a aguardar la grata noticia.
– Este año habéis vuelto a ganar a los del Ayuntamiento.