Una instantánea que parece sacada de otra época. Un anciano, de gabardina y con los ramos en una de las manos, a punto de quitarse la boina como señal de respeto ante la presencia del obispo y demás miembros del clero a su paso por el claustro de la catedral poco antes de dar inicio a la Eucaristía del primer domingo de la Semana Santa.
Una hermosa fotografía que, al igual que la anterior, es irrepetible por muchos aspectos. Don Juan Antonio del Val, que fuera obispo de la diócesis, ya no se encuentra entre nosotros, al igual que los dos sacerdotes situados a la derecha del obispo, D. Vicente Renero, durante casi veinte años párroco de Santa Lucia, y D. Antonino, capellán que en sus últimos años ofició las misas de once y media en la Capilla de la Merced.
Incluso los ventanales del claustro han desaparecido para dar lugar a unos vanos desnudos que dan mucho mayor encanto al enclave por excelencia de tantos momentos de recogimiento para innumerable gente que se pasea por el claustro en busca de oración y silencio.
La fotografía apareció publicada en el periódico durante la Semana Santa de 1988. Tan sólo dieciséis años nos separan de ella. Pero la figura del anciano, con ese aire de respeto y solemnidad en su gesto, parece que le acompañaron durante toda su vida.
Como dije antes, algo que ya no volverá a repetirse jamás.
Una hermosa fotografía que, al igual que la anterior, es irrepetible por muchos aspectos. Don Juan Antonio del Val, que fuera obispo de la diócesis, ya no se encuentra entre nosotros, al igual que los dos sacerdotes situados a la derecha del obispo, D. Vicente Renero, durante casi veinte años párroco de Santa Lucia, y D. Antonino, capellán que en sus últimos años ofició las misas de once y media en la Capilla de la Merced.
Incluso los ventanales del claustro han desaparecido para dar lugar a unos vanos desnudos que dan mucho mayor encanto al enclave por excelencia de tantos momentos de recogimiento para innumerable gente que se pasea por el claustro en busca de oración y silencio.
La fotografía apareció publicada en el periódico durante la Semana Santa de 1988. Tan sólo dieciséis años nos separan de ella. Pero la figura del anciano, con ese aire de respeto y solemnidad en su gesto, parece que le acompañaron durante toda su vida.
Como dije antes, algo que ya no volverá a repetirse jamás.