Desde siempre ha habido escoltas en los Pasos de Semana Santa. “La Virgen de la Esperanza”, desde hace unos años, va acompañada por miembros de la Guardia Civil. “La Virgen de los Dolores”, por el Destacamento de la Policía de Avila… En la fotografía, “La Virgen de la Amargura” junto con el “Cristo descendido”, iban acompañados por miembros de la Marina.
A los pies del Paso, en la puerta del antiguo templo de los PP. Pasionistas, formados en línea para la posteridad en un momento de relajo para un retrato que iría destinado, con toda probabilidad, a las carteras de sus madres o novias. Luego, por las calles de la ciudad, el desfile se haría con la seriedad del momento. Como si al mirar de reojo a la imagen, esta impusiera su respeto.
Esta es una instantánea que nunca más volverá a repetirse. Ya no existe aquel templo ni aquella enorme puerta labrada por la que salía la Virgen. Ni los maravillosos faroles ni la profusión floral. Ni tan siquiera la Virgen es ya la misma. Ha cambiado el manto y la corona, y desde hace años procesiona sola, sin la presencia del “Descendido”. Por eso la he elegido para abrir el álbum fotográfico. Porque es como esos álbumes de familia cuya primera foto siempre es la de un recién nacido o la de nuestros antepasados en una instantánea amarillenta pero cargada de memoria. Y es que las primeras fotos son siempre las que más nostalgia y recuerdos nos transmiten. Y también nos provocan una sincera sonrisa, como la del marinero del centro, que desvía la mirada con una sonrisa pícara y con una pose nada marcial.
A los pies del Paso, en la puerta del antiguo templo de los PP. Pasionistas, formados en línea para la posteridad en un momento de relajo para un retrato que iría destinado, con toda probabilidad, a las carteras de sus madres o novias. Luego, por las calles de la ciudad, el desfile se haría con la seriedad del momento. Como si al mirar de reojo a la imagen, esta impusiera su respeto.
Esta es una instantánea que nunca más volverá a repetirse. Ya no existe aquel templo ni aquella enorme puerta labrada por la que salía la Virgen. Ni los maravillosos faroles ni la profusión floral. Ni tan siquiera la Virgen es ya la misma. Ha cambiado el manto y la corona, y desde hace años procesiona sola, sin la presencia del “Descendido”. Por eso la he elegido para abrir el álbum fotográfico. Porque es como esos álbumes de familia cuya primera foto siempre es la de un recién nacido o la de nuestros antepasados en una instantánea amarillenta pero cargada de memoria. Y es que las primeras fotos son siempre las que más nostalgia y recuerdos nos transmiten. Y también nos provocan una sincera sonrisa, como la del marinero del centro, que desvía la mirada con una sonrisa pícara y con una pose nada marcial.