Rotunda obra maestra y serena realizada por Víctor González Gil en 1947 y que la Junta de Cofradías adquirió al año siguiente para procesionario hasta 1952, año en que dejó de hacerlo. En 1985, la Cofradía del Descendimiento se hizo cargo de él y lo rescató para volver a llevarlo por las calles de la ciudad de manera definitiva, procesionándolo en la jornada de Viernes Santo, su Sección Juvenil.
Ya existió un Paso de “Cristo atado a la columna” en aquellos tiempos del siglo XVII hasta que llegaron los otros tiempos de la cruenta guerra civil del 36-39, que tuvo como frutos, el destruir toda imagen sacra que se pusiera a tiro. Y esta fue una de ellas.
Este “flagelado”, que tiene su mejor primer plano en una de sus fotografías más famosas, aquella toma nocturna en la que tiene como telón de fondo al edifico de Caja Cantabria en la Plaza Porticada, procesiona actualmente flanqueado por cuatro pebeteros con llama que producen una extraña sensación muy ajena a lo que uno entiende por devoción. No obstante, es de recibo el destacarle en toma general, con una policromía bastante acertada y con una expresión en los ojos que invitan a la compasión y la piedad.
Fue protagonista del cartel de 1996. Una fotografía que no le hacía justicia se mirara desde donde se mirara y con un foco de discoteca que le hacía flaco favor. No obstante, aquella famosa fotografía que he citado anteriormente se puede seguir adquiriendo en la carpa de exposición de Pasos durante la Semana Santa. No se la pierdan.
Ya existió un Paso de “Cristo atado a la columna” en aquellos tiempos del siglo XVII hasta que llegaron los otros tiempos de la cruenta guerra civil del 36-39, que tuvo como frutos, el destruir toda imagen sacra que se pusiera a tiro. Y esta fue una de ellas.
Este “flagelado”, que tiene su mejor primer plano en una de sus fotografías más famosas, aquella toma nocturna en la que tiene como telón de fondo al edifico de Caja Cantabria en la Plaza Porticada, procesiona actualmente flanqueado por cuatro pebeteros con llama que producen una extraña sensación muy ajena a lo que uno entiende por devoción. No obstante, es de recibo el destacarle en toma general, con una policromía bastante acertada y con una expresión en los ojos que invitan a la compasión y la piedad.
Fue protagonista del cartel de 1996. Una fotografía que no le hacía justicia se mirara desde donde se mirara y con un foco de discoteca que le hacía flaco favor. No obstante, aquella famosa fotografía que he citado anteriormente se puede seguir adquiriendo en la carpa de exposición de Pasos durante la Semana Santa. No se la pierdan.