
“A partir del próximo año, si la Cofradía de la Merced desea liberar a un preso, tendrá que conseguir un pleno indulto, es decir, que quede libre un preso que esté cumpliendo condena y no un preso preventivo, que podría reingresar en el centro penitenciario si el juez así lo decide una vez celebrado el juicio pertinente.
La condición ha sido puesta por el obispo de Santander para dar una absoluta credibilidad y fundamento a la liberación del preso, tal y como sucede en Málaga con la Cofradía de Jesús el Rico.
Los dos últimos años la libertad fue concedida a un preso preventivo en espera de juicio, al no llegar a tiempo la libertad para un condenado, a causa de los retrasos en la tramitación. Por ello, la Iglesia sólo se prestará a la liberación del preso a través de la Cofradía de la Merced, si se trata de un interno que esté cumpliendo condena, logrando así, un pleno indulto.
En las primeras horas de la noche del miércoles pasado, y bajo una intensa lluvia, fue puesto en libertad el interno J. A. P. O, de veinticinco años, toxicómano, en prisión preventiva por asalto a una tienda. Ayer se trasladó a un centro de rehabilitación de Cáceres a la espera de juicio por el delito cometido.
Juan Carlos Flores Gispert – abril de 1992”
Tal y como puede leerse en los programas editados durante la Semana Santa, esta Procesión del Perdón y el Silencio – la procesión estrella de la Archicofradía de la Celeste, Real y Militar Orden de Ntra. Sra. de la Merced – se celebra el día de Miércoles Santo, a las ocho en punto de la noche, cuando el día ya oscurece. Y lo hace desde 1982, fecha de refundación de la cofradía por unos jóvenes entusiastas y deseosos de dignificar no sólo los cortejos de nuestra Semana Santa, sino que también los de su propia alma.
Es Procesión del Perdón, ya que la finalidad de la Archicofradía es la atención continuada a los reclusos y sus familias. Además, desde esa fecha, suele liberarse a un reo privado de libertad – siempre que este no haya cometido delito de sangre, requisito este principal para poder ser liberado –, y aunque en aquella lejana fecha de hace veintidós años siempre se liberaba a un preso preventivo, desde fechas más recientes se decidió que la liberación debía corresponderse con el verdadero indulto de un reo, iniciativa esta considerada como de gran éxito de la nueva directiva de esta cofradía y, especialmente, gracias al empeño de su Vocal de Caridad, pese a que en contadas ocasiones no contase con el apoyo del Consejo de Ministros, órgano éste capacitado para otorgar o denegar el reseñado indulto, aunque, incluso y como curiosidad, dicha orden se aprobase días después del Miércoles Santo.
También se denomina Procesión del Silencio como homenaje a aquellos cortejos desarrollados durante el Santander del siglo XIX, en la noche de Miércoles Santo, cuando – tal y como nos cuenta D. Francisco Gutiérrez Díaz en su obra “La imaginería desaparecida de la Semana Santa de Santander” – desde la Iglesia de la Compañía, los miembros devotos de la Milicia Cristiana acompañaban a las imágenes de “Jesús con la Cruz a Cuestas” y al Cristo de “Azotes a la Columna” hasta el viejo y ya desaparecido templo de San Francisco, donde serían custodiados toda la noche por los miembros de la Venerable Orden Tercera para partir al día siguiente en el cortejo del Jueves Santo. Y estos miembros de la Milicia Cristiana hacían escolta a sus imágenes en absoluto silencio, sin ruido de tambores ni cornetas, ni escoltas militares ni presidencias oficiales. Simplemente su compañía callada a la luz de antorchas y velas.
Pues bien, esta nueva Procesión del Perdón y el Silencio de los de la Merced, es actualmente una de las más afamadas de todas las que se realizan en la ciudad, puesto que convoca a gran número de gente en tres sitios claves de su itinerario: en la puerta de la vieja capilla de la Merced, donde tras el toque de “oración”, el “Ecce Homo” sale literalmente arrastrándose por el suelo de la capilla hasta subir a los hombros de sus doce costaleros en un esfuerzo verdaderamente titánico realizado con el respeto más fervoroso por conseguir sacar la imagen a la calle; a los pies de la cuesta del cine Los Ángeles – permítanme que continúe llamándola de ese modo, puesto que siempre la conocí así desde que era niño y mi abuelo trabajaba allí y nos “colaba” a algunas sesiones – ya que es en ese enclave donde la procesión se parte en dos, subiendo primero el grueso del cortejo mientras el Paso y la Banda toman un descanso de unos segundos antes del segundo gran esfuerzo que se ve recompensado con los aplausos de todos los allí presentes. Y es que es este uno de los momentos más emocionantes de toda la Semana Santa. El subir la vieja cuesta a golpe “ordinario” de tambor tras la imagen del “Ecce Homo” mientras se percibe todo el calor y apoyo de la gente, que vitorean a los doce costaleros y a su “Jesús Nazareno”; finalmente, el otro gran núcleo de gente se da a la puerta de la Prisión Provincial, donde suele salir liberado un preso ante el gran clamor popular del gentío allí reunido mientras los doce costaleros “bailan” al Nazareno.
Llegados a este punto, he de rescatar de la nostalgia y el recuerdo a los “maceros” que daban escolta al preso indultado durante el cortejo procesional. Dos chicos jóvenes vestidos con un uniforme bastante peculiar, a modo de aquellos soldados del medievo o las Cruzadas, con mallas y telas ásperas de soldados mercedarios y portando sendas mazas que – las nuestras – van labradas con el escudo de la Orden de la Merced. Recuerdo – yo ya como miembro activo de la cofradía – que eran los únicos que “cobraban” por salir en la procesión vestidos de esa guisa, pues mientras el resto lo hacíamos con el hábito propio de la cofradía, para un crío de doce o trece años, salir a cara descubierta y de esa manera, no debía ser plato de buen gusto. Nuestro actual Hermano Mayor, D. Ramón Gómez Ramos, recuerda que – a partir de su refundación en 1982 – les pagaban doscientas pesetas por salir dando escolta al preso, pero esos uniformes han existido toda la vida aunque actualmente, y de manera lamentable, se encuentran en proceso de letargo en las baldas de un armario en espera de que puedan ser restaurados o rehechos de nuevo. Veremos.
Y sobre la costumbre antes citada de “bailar” las imágenes, es de recibo el constatar que esa es la nota característica de la Cofradía de la Merced – a pesar de que algún Obispo las prohibiera alegando que eran una “sevillanada” –. El llevar sus imágenes a hombros es lo que le da prestigio y categoría a estos mis nazarenos de blanco. Y tal hecho lo han recogido las crónicas periodísticas desde siempre, especialmente la que publicó el diario “Alerta” durante la Semana Santa de 1989
“Costaleros, la tradición a cuestas.
El Paso de Jesús Nazareno, única imagen llevada a hombros de cofrades por las calles de Santander, recibirá esta noche a un joven recluso en la puerta de la Prisión Provincial.
Alrededor de medio centenar de cofrades de La Merced, la segunda cofradía más antigua de las que existen en Santander, repetirán esta noche un rito relativamente nuevo en Santander, pero cuyas raíces se encuentran en la Pascua Judía. Cuando la Procesión del Perdón y el Silencio atraviese la calle Alta, un joven preso, J.P.V., santanderino, saldrá de la Prisión Provincial bajo la custodia de la cofradía y se incorporará a la comitiva. Los hermanos costaleros soportarán la dura prueba, para ellos un “privilegio”, de soportar sobre sus hombros el Paso de Jesús Nazareno durante la procesión más larga de la Semana Santa santanderina.
La Archicofradía de la Celeste, Real y Militar Orden de Ntra. Sra. De la Merced se creó en Santander en 1942 por ex cautivos de la guerra. Durante su primera etapa se mantuvo vinculada a instituciones políticas hasta que se disolvió en 1974. Años más tarde, en 1982, un grupo de jóvenes retomó la tradición y la cofradía renació con un aire nuevo, “con la misma finalidad de atención y ayuda a los presos pero sin ninguna vinculación política”, aseguran los nuevos cofrades.
La condición ha sido puesta por el obispo de Santander para dar una absoluta credibilidad y fundamento a la liberación del preso, tal y como sucede en Málaga con la Cofradía de Jesús el Rico.
Los dos últimos años la libertad fue concedida a un preso preventivo en espera de juicio, al no llegar a tiempo la libertad para un condenado, a causa de los retrasos en la tramitación. Por ello, la Iglesia sólo se prestará a la liberación del preso a través de la Cofradía de la Merced, si se trata de un interno que esté cumpliendo condena, logrando así, un pleno indulto.
En las primeras horas de la noche del miércoles pasado, y bajo una intensa lluvia, fue puesto en libertad el interno J. A. P. O, de veinticinco años, toxicómano, en prisión preventiva por asalto a una tienda. Ayer se trasladó a un centro de rehabilitación de Cáceres a la espera de juicio por el delito cometido.
Juan Carlos Flores Gispert – abril de 1992”
Tal y como puede leerse en los programas editados durante la Semana Santa, esta Procesión del Perdón y el Silencio – la procesión estrella de la Archicofradía de la Celeste, Real y Militar Orden de Ntra. Sra. de la Merced – se celebra el día de Miércoles Santo, a las ocho en punto de la noche, cuando el día ya oscurece. Y lo hace desde 1982, fecha de refundación de la cofradía por unos jóvenes entusiastas y deseosos de dignificar no sólo los cortejos de nuestra Semana Santa, sino que también los de su propia alma.
Es Procesión del Perdón, ya que la finalidad de la Archicofradía es la atención continuada a los reclusos y sus familias. Además, desde esa fecha, suele liberarse a un reo privado de libertad – siempre que este no haya cometido delito de sangre, requisito este principal para poder ser liberado –, y aunque en aquella lejana fecha de hace veintidós años siempre se liberaba a un preso preventivo, desde fechas más recientes se decidió que la liberación debía corresponderse con el verdadero indulto de un reo, iniciativa esta considerada como de gran éxito de la nueva directiva de esta cofradía y, especialmente, gracias al empeño de su Vocal de Caridad, pese a que en contadas ocasiones no contase con el apoyo del Consejo de Ministros, órgano éste capacitado para otorgar o denegar el reseñado indulto, aunque, incluso y como curiosidad, dicha orden se aprobase días después del Miércoles Santo.
También se denomina Procesión del Silencio como homenaje a aquellos cortejos desarrollados durante el Santander del siglo XIX, en la noche de Miércoles Santo, cuando – tal y como nos cuenta D. Francisco Gutiérrez Díaz en su obra “La imaginería desaparecida de la Semana Santa de Santander” – desde la Iglesia de la Compañía, los miembros devotos de la Milicia Cristiana acompañaban a las imágenes de “Jesús con la Cruz a Cuestas” y al Cristo de “Azotes a la Columna” hasta el viejo y ya desaparecido templo de San Francisco, donde serían custodiados toda la noche por los miembros de la Venerable Orden Tercera para partir al día siguiente en el cortejo del Jueves Santo. Y estos miembros de la Milicia Cristiana hacían escolta a sus imágenes en absoluto silencio, sin ruido de tambores ni cornetas, ni escoltas militares ni presidencias oficiales. Simplemente su compañía callada a la luz de antorchas y velas.
Pues bien, esta nueva Procesión del Perdón y el Silencio de los de la Merced, es actualmente una de las más afamadas de todas las que se realizan en la ciudad, puesto que convoca a gran número de gente en tres sitios claves de su itinerario: en la puerta de la vieja capilla de la Merced, donde tras el toque de “oración”, el “Ecce Homo” sale literalmente arrastrándose por el suelo de la capilla hasta subir a los hombros de sus doce costaleros en un esfuerzo verdaderamente titánico realizado con el respeto más fervoroso por conseguir sacar la imagen a la calle; a los pies de la cuesta del cine Los Ángeles – permítanme que continúe llamándola de ese modo, puesto que siempre la conocí así desde que era niño y mi abuelo trabajaba allí y nos “colaba” a algunas sesiones – ya que es en ese enclave donde la procesión se parte en dos, subiendo primero el grueso del cortejo mientras el Paso y la Banda toman un descanso de unos segundos antes del segundo gran esfuerzo que se ve recompensado con los aplausos de todos los allí presentes. Y es que es este uno de los momentos más emocionantes de toda la Semana Santa. El subir la vieja cuesta a golpe “ordinario” de tambor tras la imagen del “Ecce Homo” mientras se percibe todo el calor y apoyo de la gente, que vitorean a los doce costaleros y a su “Jesús Nazareno”; finalmente, el otro gran núcleo de gente se da a la puerta de la Prisión Provincial, donde suele salir liberado un preso ante el gran clamor popular del gentío allí reunido mientras los doce costaleros “bailan” al Nazareno.
Llegados a este punto, he de rescatar de la nostalgia y el recuerdo a los “maceros” que daban escolta al preso indultado durante el cortejo procesional. Dos chicos jóvenes vestidos con un uniforme bastante peculiar, a modo de aquellos soldados del medievo o las Cruzadas, con mallas y telas ásperas de soldados mercedarios y portando sendas mazas que – las nuestras – van labradas con el escudo de la Orden de la Merced. Recuerdo – yo ya como miembro activo de la cofradía – que eran los únicos que “cobraban” por salir en la procesión vestidos de esa guisa, pues mientras el resto lo hacíamos con el hábito propio de la cofradía, para un crío de doce o trece años, salir a cara descubierta y de esa manera, no debía ser plato de buen gusto. Nuestro actual Hermano Mayor, D. Ramón Gómez Ramos, recuerda que – a partir de su refundación en 1982 – les pagaban doscientas pesetas por salir dando escolta al preso, pero esos uniformes han existido toda la vida aunque actualmente, y de manera lamentable, se encuentran en proceso de letargo en las baldas de un armario en espera de que puedan ser restaurados o rehechos de nuevo. Veremos.
Y sobre la costumbre antes citada de “bailar” las imágenes, es de recibo el constatar que esa es la nota característica de la Cofradía de la Merced – a pesar de que algún Obispo las prohibiera alegando que eran una “sevillanada” –. El llevar sus imágenes a hombros es lo que le da prestigio y categoría a estos mis nazarenos de blanco. Y tal hecho lo han recogido las crónicas periodísticas desde siempre, especialmente la que publicó el diario “Alerta” durante la Semana Santa de 1989
“Costaleros, la tradición a cuestas.
El Paso de Jesús Nazareno, única imagen llevada a hombros de cofrades por las calles de Santander, recibirá esta noche a un joven recluso en la puerta de la Prisión Provincial.
Alrededor de medio centenar de cofrades de La Merced, la segunda cofradía más antigua de las que existen en Santander, repetirán esta noche un rito relativamente nuevo en Santander, pero cuyas raíces se encuentran en la Pascua Judía. Cuando la Procesión del Perdón y el Silencio atraviese la calle Alta, un joven preso, J.P.V., santanderino, saldrá de la Prisión Provincial bajo la custodia de la cofradía y se incorporará a la comitiva. Los hermanos costaleros soportarán la dura prueba, para ellos un “privilegio”, de soportar sobre sus hombros el Paso de Jesús Nazareno durante la procesión más larga de la Semana Santa santanderina.
La Archicofradía de la Celeste, Real y Militar Orden de Ntra. Sra. De la Merced se creó en Santander en 1942 por ex cautivos de la guerra. Durante su primera etapa se mantuvo vinculada a instituciones políticas hasta que se disolvió en 1974. Años más tarde, en 1982, un grupo de jóvenes retomó la tradición y la cofradía renació con un aire nuevo, “con la misma finalidad de atención y ayuda a los presos pero sin ninguna vinculación política”, aseguran los nuevos cofrades.
Estos jóvenes recogieron el espíritu con el que se fundó la Orden Militar de la Merced en el siglo XIII. Era la época de las Cruzadas y entonces existía una ósmosis completa entre los poderes religioso y político. Los primeros monjes de la Orden, de la mano de San Pedro Nolasco, promovían la liberación de los cautivos que se encontraban en manos del infiel, con peligro de perder su fe o con la imposibilidad de cuidar de sus familias. Los hermanos de la Orden intentaban comprar la libertad de los cautivos, y cuando no era posible, se recurría al intercambio, es decir, se ofrecían para cumplir su condena.
La Archicofradía de la Merced, compuesta en su mayor parte por jóvenes, incluidas mujeres, incorporó en su nueva etapa otra peculiaridad con respecto al resto de las cofradías santanderinas. Es la única cuyos Pasos, “Jesús Nazareno” y “La Piedad”, son transportados por costaleros.
Félix Antonio López Hoya, empleado de una agencia de aduanas, de veintiséis años, es el capataz de costaleros. Año tras año, desde 1982, carga sobre sus hombros el peso de las imágenes y la responsabilidad de la coordinación del grupo de doce hermanos necesarios para transportar un Paso procesional.
Félix selecciona con mucho cuidado a los doce hermanos que tendrán el privilegio de sacar el Paso durante las tres procesiones de Semana Santa en las que participa la cofradía. Cuado se incorporan nuevos costaleros es necesario comenzar a ensayar dos meses antes con sacos de arena mojada, “porque si no, los nuevos revientan a los viejos”.
Durante ese tiempo se preparan muchos más aspirantes de los que finalmente serán seleccionados. “El sábado fue el último ensayo y el domingo di las alineaciones por llamarlo de alguna forma. De los veinticuatro que se habían preparado, se ha seleccionado a doce y otros seis quedarán como suplentes”.
El primer requisito que se exige a los aspirantes es “tener muchas ganas, mucha resistencia y mucha fuerza. Todos son jóvenes, la media es de veinticinco años, el peso medio, noventa y dos kilos, y la altura, alrededor del metro noventa. Pero lo más importante es tener muchas ganas, y eso no falta, porque como capataz, me creo incluso enemistades, ya que todos quieren sacar el Paso, aunque no sé si por devoción, tradición o devoción. Es algo que no puedo explicar pero que te hace seguir hacia delante aunque revientes”.
La procesión de esta noche es la más larga, “pero se aguanta bien porque es nuestro primer día y el “Nazareno”, aunque se acerca a los mil kilos, es mucho menos pesado que “La Piedad”, ya que esta, contando las baterías, la imagen en sí, los faroles, el faldón, las andas y demás, se aproxima a los mil doscientos kilos. Además esta última imagen se saca el viernes y ya estás agotado, crees que no vas a llegar al final. El último tramo, la subida de Lope de Vega, hay que hacerlo a paso ligero porque si no, es imposible”.
A pesar de las semejanzas, el modo de llevar los Pasos es diferente al andaluz. Los costaleros santanderinos los llevan con andas a la vista y sobre los hombros, mientras que los costaleros andaluces emplean trabajadoras ocultas bajo el faldón de la imagen.
Otra de las coincidencias de la aportación de La Merced a la procesión santanderina con la tradición andaluza, es la de “bailar” el Paso. “El vaivén de La Piedad no se realiza sólo por una finalidad estética, sino que también porque al bailarlo pesa menos al originarse un peso flotante”
Elena Bilbao”.
La Archicofradía de la Merced, compuesta en su mayor parte por jóvenes, incluidas mujeres, incorporó en su nueva etapa otra peculiaridad con respecto al resto de las cofradías santanderinas. Es la única cuyos Pasos, “Jesús Nazareno” y “La Piedad”, son transportados por costaleros.
Félix Antonio López Hoya, empleado de una agencia de aduanas, de veintiséis años, es el capataz de costaleros. Año tras año, desde 1982, carga sobre sus hombros el peso de las imágenes y la responsabilidad de la coordinación del grupo de doce hermanos necesarios para transportar un Paso procesional.
Félix selecciona con mucho cuidado a los doce hermanos que tendrán el privilegio de sacar el Paso durante las tres procesiones de Semana Santa en las que participa la cofradía. Cuado se incorporan nuevos costaleros es necesario comenzar a ensayar dos meses antes con sacos de arena mojada, “porque si no, los nuevos revientan a los viejos”.
Durante ese tiempo se preparan muchos más aspirantes de los que finalmente serán seleccionados. “El sábado fue el último ensayo y el domingo di las alineaciones por llamarlo de alguna forma. De los veinticuatro que se habían preparado, se ha seleccionado a doce y otros seis quedarán como suplentes”.
El primer requisito que se exige a los aspirantes es “tener muchas ganas, mucha resistencia y mucha fuerza. Todos son jóvenes, la media es de veinticinco años, el peso medio, noventa y dos kilos, y la altura, alrededor del metro noventa. Pero lo más importante es tener muchas ganas, y eso no falta, porque como capataz, me creo incluso enemistades, ya que todos quieren sacar el Paso, aunque no sé si por devoción, tradición o devoción. Es algo que no puedo explicar pero que te hace seguir hacia delante aunque revientes”.
La procesión de esta noche es la más larga, “pero se aguanta bien porque es nuestro primer día y el “Nazareno”, aunque se acerca a los mil kilos, es mucho menos pesado que “La Piedad”, ya que esta, contando las baterías, la imagen en sí, los faroles, el faldón, las andas y demás, se aproxima a los mil doscientos kilos. Además esta última imagen se saca el viernes y ya estás agotado, crees que no vas a llegar al final. El último tramo, la subida de Lope de Vega, hay que hacerlo a paso ligero porque si no, es imposible”.
A pesar de las semejanzas, el modo de llevar los Pasos es diferente al andaluz. Los costaleros santanderinos los llevan con andas a la vista y sobre los hombros, mientras que los costaleros andaluces emplean trabajadoras ocultas bajo el faldón de la imagen.
Otra de las coincidencias de la aportación de La Merced a la procesión santanderina con la tradición andaluza, es la de “bailar” el Paso. “El vaivén de La Piedad no se realiza sólo por una finalidad estética, sino que también porque al bailarlo pesa menos al originarse un peso flotante”
Elena Bilbao”.